En ocasiones me cuestiono sobre el consumismo consentido que existe en ciertas epocas del año.
Es como si una obligación incoscientemente justificara, solo por el hecho de comprar un obsequio, nuestras acciones durante el último año.
Luego nos quejamos, que si el trafico es imposible en esta epoca del año, que si estuve 2 horas para buscar aparcamiento, que si el centro comercial estaba abarrotado, que si...
Lo disfrazamos de fiesta religiosa cuando lo que queremos es estar de vacaciones, desconectar del trabajo ( el que puede) y pasar nuestro tiempo con los seres queridos( lo cual es muy sano y necesario)
Sin embargo cada año en el periodo navideño se produce un pequeño apocalipsis.
Como si fin de año fuera sinonimo de fin del mundo!
Como si el último segundo del año fuera el último momento de tu vida y la de tus familiares para compartirla con ellos.
Es como un miedo sutil a no poder llegar el próximo año a repetir vendimia gastronomica.
Me resulta curioso.
Eso sí, después de esto, campanadas, uvas, borrachera, Año nuevo, vida nueva, y hasta el año que viene!! ( haber si estamos todos)...
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Por otra parte regalar me parece una acción maravillosa.
No hay nada como dar sin esperar nada a cambio, disfrutar simplemente del hecho de dar y alegrarle el mundo a la persona a la cual regalas.
Es magnifico!
Sin embargo, prefiero un regalo sentido, pequeño, simbólico y sencillo cualquier día del año que no un maremagnun de cajas, embalajes y papeles arremolinados alrededor de nuestro contenedores en estas epocas...
Luego, en enero, nos acordaremos nuevamente de la crisis , en febrero del cambio climatico y en marzo, después del primer trimestre, nos quejaremos de los niños, adolescentes y jovenes de ahora y de su (mala) educación y de su (falta de) respeto.
En abril semana santa, en mayo gimnasio para ponerse a tono para el verano y en junio elevaremos nuestras oraciones hacia nuestro veneradismo San Juan y a su fuego redentor..
Dedicaremos julio a fiestas y verbenas, agosto a mostrar los resultados del gimnasio y septiembre a llorar nuestras penas por el sindrome post vacacional.
Octubre gastronomico, noviembre para los muertos y en diciembre, un año más, nos volveremos a acordar de los vivos...
Mundo de locos!
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Y por fin, llegamos al titulo del post!
En esta ocasión surfeando con mi curiosidad por los rompientes de la World Wide Web y buscando sobre los orígenes de estas fechas me he encontrado con un interesante artículo sobre la navidad.
Es interesante plantearse a veces, de donde venimos y como hemos llegado hasta aqui...
Disfrutenlo:
LA NAVIDAD Y EL SOLSTICIO DE INVIERNO
El día de Navidad se conmemora el nacimiento (la natividad) de Jesús. Tal aniversario…, ¿se basa en una fecha histórica? ¿Existe una relación entre esta fiesta cristiana y el solsticio de invierno?
Navidad significa “día de nacimiento”. Entonces, podemos decir que el astrólogo tiene en cuenta la Navidad de cada persona para calcular, establecer e interpretar una carta astral.
Sin embargo, como sabemos, la Navidad designa concretamente la fiesta de la natividad de Jesús, celebrada por los cristianos; aunque, actualmente, se ha ido perdiendo poco a poco su carácter religioso en favor de un ritual un tanto folklórico, una costumbre desprovista de fundamento, que ya no significa gran cosa, hasta tal punto que el mito, la leyenda, los símbolos y la historia se confunden y provocan confusiones en nuestras mentes.
La historia que ocupa estas líneas no es la de la Natividad de Jesús, sino la de esa fiesta, religiosa para algunos, social para otros, que todo el mundo celebra la noche del 24 al 25 de diciembre y que es, sobre todo, la ocasión de hacerse regalos.
EL SOLSTICIO DE INVIERNO
Si consultamos el calendario, observamos que, sin fallar un año, la noche de Navidad tiene lugar dos o tres días después del solsticio de invierno, la noche más larga del año, que marca el instante en que la Tierra se encuentra en el punto más alejado del Sol. Es el primer día del invierno, momento en que el Sol entra en Capricornio en el zodíaco y que anuncia simbólicamente el renacimiento del día, la resurrección del Sol, ya que es a partir de dicho instante cuando los días se irán alargando y las noches se irán acortando, hasta el equinoccio de primavera, cuando la luz triunfa frente a las tinieblas, y el día es más largo que la noche.
LAS CELEBRACIONES DEL SOLSTICIO DE INVIERNO
El día del solsticio de invierno era una jornada de celebración en muchas civilizaciones antiguas de todo el mundo, en las que el culto al Sol tenía un papel predominante. Sin embargo, es falso que nuestros antepasados los celtas -de quienes descienden numerosos pueblos europeos- celebraran los solsticios y los equinoccios.
En efecto, aunque los solsticios de invierno y verano y los equinoccios de primavera y otoño se encontraban en el calendario silvestre celta, y eran destacados mediante los cuatro árboles cardinales -el haya (solsticio de invierno), el roble (equinoccio de primavera), el abedul (solsticio de verano) y el olivo (equinoccio de otoño)-, según el estudioso M.L. Sjoestedt el “1 de noviembre y el 1 de mayo (de cada año) dividen el año en dos estaciones, la estación fría y la estación caliente. [... ] El calendario celta no se basa en el año solar, en los solsticios y equinoccios, sino en el año agrario y pastoral, en el comienzo y en la finalización de las labores de cría de ganado y del cultivo.
Por consiguiente, en el mundo mítico de los celtas dominan las diosas de la tierra, mientras que las divinidades solares prácticamente no existen”. En cambio, si dirigimos la mirada (hacia Oriente, vemos que, tanto en Babilonia como en Egipto, el Sol era loado absolutamente como a un dios. El faraón Amenofis IV más conocido como Akhenatón, fije objeto de culto por los adeptos a Amón-Ra, la primera religión monoteísta conocida y que data del siglo XIV/ a.C.
En todo caso, parece más o menos establecido históricamente que fije el emperador romano Aurelio quien, en el siglo III de nuestra era, declaró el 25 de diciembre día de la fiesta del Sol (Natalis Solís Invocti o nacimiento del sol invicto), para celebrar el culto a Mitra, muy apreciado por las legiones romanas y cuyo origen parece remontarse a los persas al menos seis siglos antes de Jesucristo, pero no podemos afirmar que, en aquel tiempo, se tratase de un dios exclusivamente solar.
Sin embargo, es inevitable comparar el Mitra de los persas y el Mitra del hinduismo, divinidad solar que junto con Varuna, regente de la noche, son los guardianes del Ciclo y la Tierra, según los Vedas (textos de la doctrina sagrada de los hindúes cuyo origen se remonta al año 1500 a-C-)-
Por otro lado, los romanos celebraban sus saturnales del 17 al 24 de diciembre, y el 25 de diciembre correspondía precisamente al día del solsticio de invierno en el calendario romano. Sin duda fue así como el día del “nacimiento del sol invicto” se transformó en el del “nacimiento de Cristo” para los romanos convertidos al cristianismo.
También históricamente, Constantino, el emperador romano fundador de Constantinopla, hizo que las fiestas paganas del Imperio de Occidente se convirtieran en fiestas cristianas. El día del nacimiento de Jesús, según los cristianos, que entonces celebraban el bautizo y la Epifanía el mismo día -es decir, la “aparición” del lucero del alba (Venus) anunciando el nacimiento de Jesús a los Reyes Magos (recordemos que eran astrólogos, divinos y magos)-, coincidiendo con el de las fiestas paganas del solsticio de invierno, fue el día elegido para celebrar la Navidad.
¿De dónde proviene el árbol de Navidad?
En tiempos de los celtas, la noche del 21 al 22 de diciembre, es decir, el solsticio de invierno, era llamada “noche del abeto plateado”. En ese día, los celtas tenían la costumbre de quemar un enorme tronco de abeto. Esta costumbre ha perdurado hasta hoy a través de muy diversas variantes, que comprenden desde el tan difundido y ornamental arbolito de Navidad, hasta el obsequioso fió, tronco que los niños catalanes golpean en Navidad y del que brotan milagrosamente ricas golosinas y regalos.
¿Por qué nos hacemos regalos por Navidad?
Esta costumbre se remonta a las saturnales romanas, en las que el culto al Sol tenía un papel predominante y que se celebraban entre el 17 y el 24 le diciembre, durante el solsticio de invierno. A lo largo de dichas fiestas en honor a Saturno, todos los papeles de la sociedad romana se invertían: los esclavos se convenían en amos y éstos quedaban a su servicio. Se autorizaban todos los excesos y libertinajes. Finalmente, los participantes en estas saturnales se ofrecían regalos el 25 de diciembre, celebrando así el primer día del año: el Día del Año. Parece correcto afirmar que la fiesta de los Locos – en la que se inspiran nuestros carnavales-, que se desarrollaba en la Europa medieval, hasta el siglo XV, entre el día de Navidad y el de la Epifanía, era una prolongación de las saturnales romanas.
¿Conocemos la fecha exacta del nacimiento de Jesús?
No, ya que existe mucha controversia referente a este tema; pero los historiadores subrayan que forzosamente nació antes de la muerte de Herodes1, llamado el Grande, en el año 749 de Roma, es decir, en el año 4 antes de nuestra era. En cambio, su crucifixión se sitúa, aunque sin ninguna certeza, probablemente el 7 de abril del año 30 o 33 de nuestra era, bajo Poncio Pilato, el procurador romano de Judea.
LA NAVIDAD Y EL SOLSTICIO DE INVIERNO
El día de Navidad se conmemora el nacimiento (la natividad) de Jesús. Tal aniversario…, ¿se basa en una fecha histórica? ¿Existe una relación entre esta fiesta cristiana y el solsticio de invierno?
Navidad significa “día de nacimiento”. Entonces, podemos decir que el astrólogo tiene en cuenta la Navidad de cada persona para calcular, establecer e interpretar una carta astral.
Sin embargo, como sabemos, la Navidad designa concretamente la fiesta de la natividad de Jesús, celebrada por los cristianos; aunque, actualmente, se ha ido perdiendo poco a poco su carácter religioso en favor de un ritual un tanto folklórico, una costumbre desprovista de fundamento, que ya no significa gran cosa, hasta tal punto que el mito, la leyenda, los símbolos y la historia se confunden y provocan confusiones en nuestras mentes.
La historia que ocupa estas líneas no es la de la Natividad de Jesús, sino la de esa fiesta, religiosa para algunos, social para otros, que todo el mundo celebra la noche del 24 al 25 de diciembre y que es, sobre todo, la ocasión de hacerse regalos.
EL SOLSTICIO DE INVIERNO
Si consultamos el calendario, observamos que, sin fallar un año, la noche de Navidad tiene lugar dos o tres días después del solsticio de invierno, la noche más larga del año, que marca el instante en que la Tierra se encuentra en el punto más alejado del Sol. Es el primer día del invierno, momento en que el Sol entra en Capricornio en el zodíaco y que anuncia simbólicamente el renacimiento del día, la resurrección del Sol, ya que es a partir de dicho instante cuando los días se irán alargando y las noches se irán acortando, hasta el equinoccio de primavera, cuando la luz triunfa frente a las tinieblas, y el día es más largo que la noche.
LAS CELEBRACIONES DEL SOLSTICIO DE INVIERNO
El día del solsticio de invierno era una jornada de celebración en muchas civilizaciones antiguas de todo el mundo, en las que el culto al Sol tenía un papel predominante. Sin embargo, es falso que nuestros antepasados los celtas -de quienes descienden numerosos pueblos europeos- celebraran los solsticios y los equinoccios.
En efecto, aunque los solsticios de invierno y verano y los equinoccios de primavera y otoño se encontraban en el calendario silvestre celta, y eran destacados mediante los cuatro árboles cardinales -el haya (solsticio de invierno), el roble (equinoccio de primavera), el abedul (solsticio de verano) y el olivo (equinoccio de otoño)-, según el estudioso M.L. Sjoestedt el “1 de noviembre y el 1 de mayo (de cada año) dividen el año en dos estaciones, la estación fría y la estación caliente. [... ] El calendario celta no se basa en el año solar, en los solsticios y equinoccios, sino en el año agrario y pastoral, en el comienzo y en la finalización de las labores de cría de ganado y del cultivo.
Por consiguiente, en el mundo mítico de los celtas dominan las diosas de la tierra, mientras que las divinidades solares prácticamente no existen”. En cambio, si dirigimos la mirada (hacia Oriente, vemos que, tanto en Babilonia como en Egipto, el Sol era loado absolutamente como a un dios. El faraón Amenofis IV más conocido como Akhenatón, fije objeto de culto por los adeptos a Amón-Ra, la primera religión monoteísta conocida y que data del siglo XIV/ a.C.
En todo caso, parece más o menos establecido históricamente que fije el emperador romano Aurelio quien, en el siglo III de nuestra era, declaró el 25 de diciembre día de la fiesta del Sol (Natalis Solís Invocti o nacimiento del sol invicto), para celebrar el culto a Mitra, muy apreciado por las legiones romanas y cuyo origen parece remontarse a los persas al menos seis siglos antes de Jesucristo, pero no podemos afirmar que, en aquel tiempo, se tratase de un dios exclusivamente solar.
Sin embargo, es inevitable comparar el Mitra de los persas y el Mitra del hinduismo, divinidad solar que junto con Varuna, regente de la noche, son los guardianes del Ciclo y la Tierra, según los Vedas (textos de la doctrina sagrada de los hindúes cuyo origen se remonta al año 1500 a-C-)-
Por otro lado, los romanos celebraban sus saturnales del 17 al 24 de diciembre, y el 25 de diciembre correspondía precisamente al día del solsticio de invierno en el calendario romano. Sin duda fue así como el día del “nacimiento del sol invicto” se transformó en el del “nacimiento de Cristo” para los romanos convertidos al cristianismo.
También históricamente, Constantino, el emperador romano fundador de Constantinopla, hizo que las fiestas paganas del Imperio de Occidente se convirtieran en fiestas cristianas. El día del nacimiento de Jesús, según los cristianos, que entonces celebraban el bautizo y la Epifanía el mismo día -es decir, la “aparición” del lucero del alba (Venus) anunciando el nacimiento de Jesús a los Reyes Magos (recordemos que eran astrólogos, divinos y magos)-, coincidiendo con el de las fiestas paganas del solsticio de invierno, fue el día elegido para celebrar la Navidad.
¿De dónde proviene el árbol de Navidad?
En tiempos de los celtas, la noche del 21 al 22 de diciembre, es decir, el solsticio de invierno, era llamada “noche del abeto plateado”. En ese día, los celtas tenían la costumbre de quemar un enorme tronco de abeto. Esta costumbre ha perdurado hasta hoy a través de muy diversas variantes, que comprenden desde el tan difundido y ornamental arbolito de Navidad, hasta el obsequioso fió, tronco que los niños catalanes golpean en Navidad y del que brotan milagrosamente ricas golosinas y regalos.
¿Por qué nos hacemos regalos por Navidad?
Esta costumbre se remonta a las saturnales romanas, en las que el culto al Sol tenía un papel predominante y que se celebraban entre el 17 y el 24 le diciembre, durante el solsticio de invierno. A lo largo de dichas fiestas en honor a Saturno, todos los papeles de la sociedad romana se invertían: los esclavos se convenían en amos y éstos quedaban a su servicio. Se autorizaban todos los excesos y libertinajes. Finalmente, los participantes en estas saturnales se ofrecían regalos el 25 de diciembre, celebrando así el primer día del año: el Día del Año. Parece correcto afirmar que la fiesta de los Locos – en la que se inspiran nuestros carnavales-, que se desarrollaba en la Europa medieval, hasta el siglo XV, entre el día de Navidad y el de la Epifanía, era una prolongación de las saturnales romanas.
¿Conocemos la fecha exacta del nacimiento de Jesús?
No, ya que existe mucha controversia referente a este tema; pero los historiadores subrayan que forzosamente nació antes de la muerte de Herodes1, llamado el Grande, en el año 749 de Roma, es decir, en el año 4 antes de nuestra era. En cambio, su crucifixión se sitúa, aunque sin ninguna certeza, probablemente el 7 de abril del año 30 o 33 de nuestra era, bajo Poncio Pilato, el procurador romano de Judea.
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Saudos e Boas ondas!!